El hombre invisible. H.G. Wells

8 de enero de 2013 § Deja un comentario

Citas: —Hay cosas fascinantes en los libros.
—Tiene usted razón.
—Y fuera de ellos también.

All men, however highly educated, retain some superstitious inklings.

Dejemos eso de la consideración para la gente normal.

Hoy hablé tanto de psicópatas que me dieron ganas de leer El hombre invisible, que en su principio más parece una novelita cómica sobre costumbres de la campiña inglesa que un libro de ciencia ficción o un estudio sociológico sobre personas solas. El realismo de lo fantástico,  llamó Conrad a esta manera de contar las cosas de Wells en este libro. Claro que luego tiene sus momentos inquietantes. El epílogo es lo que más me turba, porque es una metáfora sobre los malos lectores. Cuántas cosas nos perderemos de los libros que no sabemos comprender. Me inquieta eso (a lo mejor yo también ando con los valores cambiados, como El hombre invisible) más que ese reino del terror que quiere instaurar Griffin, el invisible estornudador, porque piensa que por pasar inadvertido todo le está permitido, cuando es más bien al revés. Dejemos esto, que nos enfangamos.
La novela empieza así: the stranger came early in February, one wintry day. Y ése es un gran comienzo de novela se mire por donde se mire. Al extranjero que llega a tierra extraña no se le perdona nunca si se comporta de manera extraña. Es obligación del extranjero mostrarse agradecido y respetuoso y manso, pero Griffin es extraño, no extranjero, y arisco, y raro, siempre lo fue, alguien que se separó de los suyos, alguien que ya nació diferente, nació albino, y como Wells no nos lo cuenta, no sabemos si era así antipático de siempre o se fue haciendo antipático con el aislamiento. Lo que sí dice es que era un físico brillante: otra categoría de lo raro. A Griffin las rarezas lo fueron llevando allí, a la invisibilidad, no le hacía falta ni prepararse una fórmula para desaparecer. No tiene amigos, a su padre en vez de pedirle dinero se lo roba, los vecinos lo detestan y sospechan de él y él, que encima es un desaprensivo y, sí, un psicópata convencido de su superioridad, no se lo pone fácil a nadie. Cómo no va a querer el pobre chiquillo hacerse invisible y hacer lo que le dé la gana. Cuando empieza sus experimentos para encontrar la fórmula de la invisibilidad sólo tiene 22 añitos. Como es un hombre de ciencia, en vez de ponerse a buscar el anillo de Giges del que habla Platón como Tolkien, se busca unas probetas. Creo que lo más desapaciguador de este libro es que nos parece de lo más justificado que la gente linche a Griffin al final.
Para mí El hombre invisible es la versión asalvajada e inglesa de La metamorfosis de Kafka, aunque H.G. Wells escribió su libro 18 años antes que Kafka el suyo. Wells no es un creador de bellezas léxicas, es un inventor de historias y ya. Supongo que por eso nos dan sus libros para leerlos cuando somos pequeños, porque son inquietantes y terribles (jamás he pasado más miedo que cuando leí La guerra de los mundos) pero no son versos de Heine.

Por fuera del libro:
Cuando H.G. Wells publicó El hombre invisible en 1897 ya era famoso. Había publicado La máquina del tiempo en 1895 y La isla del doctor Moreau en 1896. Y en el 98 publicaría La guerra de los mundos. Y aunque en todas estas novelas fantásticas hay carga social, con los años Wells dejó de ser el pionero de la ciencia ficción y se puso a escribir novelas sobre pobres y mujeres que quieren liberarse (tengo su Ann Veronica hace 5 años y aún no me la he leído). Wells fue pobre y pasó hambre y fue maestro como Griffin y como Griffin no soportaba a los niños. En cuanto le dijeron que tenía tisis colgó el delantal de pobre y se puso a escribir. Por suerte le fue bien.

Una referencia bonita

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